IERI-Sevilla

Nuevo libro sobre claridad legislativa y cinismo normativo

Publicado el 01/03/17 a las 10:13h

Con el elegante título de «Técnicas legilativas y políticas del trabajo», los profesores Arrigo y Limardo acometen una labor muy necesaria en los tiempos presentes de establecer las técnicas adecuadas para la tarea del legislador en punto a determinar con precisión las órdenes que imparte a la ciudadanía. En la actualidad las normas laborales se dedican a recortar los avances de las últimas décadas, que se acompasaban al crecimiento moral de los países europeos, y en esa labor de recortes neoliberales que, -reconozcámoslo- vienen determinados por el empuje del modo de producción asiático, de trabajo sin derechos, acuden a un lenguaje oscuro en el que tal parece como si el legislador de los recortes actúe en beneficio de toda la población. En el IERI estamos persuadidos de que las políticas de este tenor no intentan siquiera equilibrar las cargas, sino que las vencen en la mayor parte sobre la población laboral, mientras que benefician casi en su integridad a los accionistas y multinacionales. La pretensión de Tántalo, atraer a los dioses castigando a los ciudadanos, opera con fuerza ya en el mismo bastión de la democracia.
Saludamos este importante y difícil libro, publicado por la Editorial Científica de Nápoles, porque apunta a una de los dos principales quiebras de la técnica legislativa laboral del siglo XXI. La otra quiebra principal es, desde luego, equivocar el objetivo. En España, este segundo problema lo tenemos desde el seguidismo normativo del gobierno conservador respecto de la Unión Europea, caracterizado por exasperar los pedimentos de ésta para obtener su reconocimiento. Si lo vimos en la batería de normas iniciada con la Ley 3/2012, en donde las peticiones de recortes laborales que sugirió la UE fueron respondidos con una panoplia multiplicada de medidas proempresariales, ahora lo vemos de nuevo con el Decreto-Ley 4/2017 sobre estibadores portuarios, donde las sugerencias de la que sirven como pretexto para adoptar las medidas más exageradas y discutibles, en lugar de buscar el término medio. No es labor de un Estado árbitro, que debería buscar la ecuanimidad -en términos arbitrales, el last-offer arbitration- sino labor de parte la que estamos observando, con la debida respuesta por parte de los sindciatos.

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